Han terminado las I Jornadas Mujer y Envejecimiento de Cantabria y hacemos balance de unos días intensos en los que la información y el conocimiento han fluido de forma arrolladora. Repensar el envejecimiento en las mujeres es revisar el curso de vida de forma singular y diferenciada. Quizá esa es la principal conclusión. Aparentemente, algo evidente, pero en la realidad no solemos ver a las mujeres así cuando el envejecimiento avanza. Medicalización, estigmatización, y falta de comprensión de los factores que determinan cómo envejecen las mujeres suelen acompañar los discursos habituales.
Mónica Ramos Toro, la antropóloga y gerontóloga encargada de abrir las Jornadas insistió en que es la biografía, desde la nacimiento, lo que condiciona la manera en que envejecen las mujeres, dedicadas a los otros durante buena parte de su vida, mientras, de forma mayoritaria, los hombres han estado dedicados a “sí mismos”. Paloma Navas, también gerontóloga, insistió en que la salud de las mujeres está claramente influida por el propio imaginario del envejecimiento que ellas tienen. No todo es cuestión de genes, sino que envejecer siendo mujer tienen que ver con los roles, los prejuicios y la forma en la que nos relacionamos.
Esas relaciones aparecieron durante todas las jornadas como elemento determinante en la calidad de vida al envejecer, aunque se envejezca desde el día que se nace. Si el médico Antonio Gómez trazó un perfil estadístico de la mujer que envejece en Cantabria, María Montesino se centró en la mujer rural y en un trabajo de campo abierto y directo en el que la carencia de servicios públicos, el temor a la soledad o el deterioro de las redes de apoyo mutuo tradicionales aparecieron como amenazas directas para ellas.
Y ellas… no deberían estar solas en este camino. Por eso Vanessa Zorrilla, del Instituto Universitario de Estudios de Género de la Universidad Carlos III, nos mostró el mapa de las redes de apoyo a mujeres cuidadoras, con sus éxitos y con sus riesgos; un tema clave para muchas mujeres que cargan con los cuidados por un imperativo social del que aún no nos hemos liberado. La pluralidad de las mujeres se hizo singularidad a lo largo de estos tres días de intensa actividad, que incluyeron dos talleres especializados –facilitados por Maite Rodrigo Vicente y por María Yolanda Martín Seco-, y que nos dejaron claro que somos diferentes, pero que las mujeres, en general, arrastran un pesado lastre de desigualdad que no se diluye con la edad.
En las Jornadas hemos tenido tiempo para escuchar a algunos responsables políticos sobre su mirada respecto a la mujer y el envejecimiento. El énfasis en las políticas de igualdad planteado por Consuelo Gutiérrez, directora general de Igualdad y Mujer, la alerta sobre el modelo de atención a los cada vez más demandados cuidados de larga duración por parte de Julio Soto, director general de Políticas Sociales, o la apuesta por la mujer y las personas mayores del Ayuntamiento de Santander, en voz de su concejal de Servicios Sociales, Álvaro Lavín, rondaron la mesa redonda moderada por la periodista Beatriz Grijuela.
La otra mesa redonda que aportó vida y experiencia, con la moderación de Violeta Santiago, fue en la que participaron Ana Estébanez, Nieves Álvarez, Carmen Carrión y María Ángeles Ruiz-Tagle, cuatro mujeres activas que delinearon diferentes formas de abordar el envejecimiento propio y que marcaron algunos de los retos que hay en la región para que éste se produzca en el entorno del respeto a los derechos humanos.
El aluvión de información y de testimonios concluyó con un concierto poderoso y bello, con tres mujeres jóvenes que le cantaron a estas otras mujeres que son ellas mismas. Menhai (Carmen Bartolomé), Gema Martínez y Yenia Popova cerraron estos tres días con la ternura y el compromiso que queremos contagiar.