Relato de Elena Casquero (Equipo UNATE) / Imagen de Alex Fruehmann
Cada mañana cruzo la calle que separa mi casa del contenedor de basura. Ese micropaseo reconvertido en maratón diario es un soplo de aire. Atravieso los diez metros de lado a lado. Disponer del tiempo que antes nos era negado por muchas exigencias propias y ajenas, y convertirnos ahora en `doctores´ en medidores de distancia espacial, por la universidad del Covid-19, hace que la línea mental que trazo desde mi acera a la opuesta sea fácil de calcular. 10 metros de recorrido que se me antojan un infinito, cruzar este espacio sin tener que mirar por seguridad –no hay sonido de vehículo que se acerque-, pero por inercia hacerlo. De izquierda a derecha, de derecha a izquierda, nadie, nada. Arrojo al contenedor verde mi basura. Otros diez metros de vuelta. Satisfecha por este medio maratón finalizado. Mañana será un maratón completo, los contenedores de reciclado están más lejos. Tengo que recalcular los metros.