Por Norma Saldaña
Mucho se habla de la España vaciada, de las casas abandonadas, de las tierras sin labrar y los pueblos sin futuro. Si el 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, es la fecha anual en la que se reivindican los derechos de las mujeres, las habitantes del sur de Cantabria aprovecharon la efeméride para poner en valor y decir por todo lo alto que ellas, las mujeres rurales, son el alma que sigue dando vida a una comarca que los censos elaborados en oficinas urbanas ubican en estado de agonía.
Convocadas por el Grupo Social UNATE, 120 mujeres de nueve municipios de Cantabria se reunieron el viernes 6 de marzo para la celebración del 8M en el club de golf de Nestares. Más allá de la comida, el baile y el gusto por el rencuentro, se leyeron manifiestos y cartas que realzaron el papel de las mujeres mayores que trabajan para que la vida siga siendo posible en ese territorio.
La jornada comenzó al mediodía en el ayuntamiento de Valdeolea. El viento helado y la amenaza de lluvia obligaron a que la concentración de mujeres mayores de Mataporquera pasara de la calle a la sala de juntas del edificio consistorial.
“Reclamamos el papel de las mujeres en los ámbitos rurales. Nosotras, mejor que nadie, sabemos lo que significa el cuidado de la vida. Somos las guardianas de la vida y, ahora que todo mundo habla de la España vaciada, queremos decir que este territorio no está vacío y que nosotras somos las que tenemos el conocimiento y las prácticas para que la vida siga siendo posible en él”, demandó Raquel López, lideresa de la Asociación de Mujeres de Mataporquera que leyó el manifiesto, de pie, en medio de una treintena de mujeres que la escuchaban y asentían a sus demandas. Todo ello sin un podio de por medio, sin una mesa, sin distancia, sin nada que la separara de ellas, de sus compañeras de lucha.
Al término del acto, la escalinata fuera del inmueble fue el escenario para la foto de familia. De ahí, un autobús las llevaría al lugar del encuentro con el otro centenar de mujeres.
Además de ellas, al banquete llegaron mujeres de los municipios de Anievas, Arenas de Iguña, San Miguel de Aguayo, Campoo de Yuso, Campoo de Suso, Las Rozas de Valdearroyo, Reinosa, Valderredible e, incluso, de Puente Viesgo, que aunque no es sur, algunas de sus mujeres ya han participado en encuentros intermunicipales organizados por el Grupo Social UNATE.
Las comensales degustaron entre dos opciones de primer plato: una sopa de garbanzos con gambas u hojaldre con verduras y un segundo entre bacalao con tomate y zancarrón con patatas fritas. Llegaron el café y el postre de hojaldre, chocolate derretido y plátano con nata.
Pero en una jornada reinvindicativa como esta, el otro postre serían los manifiestos y las cartas escritas por ellas y para ellas. De manera espontánea surgieron las voces que —sin ponerse de acuerdo— coincidirían en la misma idea: en resaltar la vida y el trabajo de las mujeres rurales en una tierra que —desde los escritorios de quienes hacen las políticas públicas— se cataloga como localidades en riesgo de desaparecer, pero que para sus propias habitantes es una tierra digna de amar.
“A veces escuchamos que nuestros pueblos se están muriendo. No es cierto. Mientras haya gente como tú, sembrando, educando, creando, organizando, estos lugares seguirán vivos, porque somos nosotras quienes hacemos que la tierra no solo se trabaje, sino que también se ame. Por eso hoy quiero decirte que no estás sola que nuestra voz, aunque dispersa en kilómetros de campo y montaña, se une en una misma causa: la de una España rural con futuro, donde ser mujer no signifique renuncia sino posibilidad. Sigamos alzando la voz, sigamos cuidando de lo nuestro, sigamos luchando porque sin nosotras los pueblos no solo se vacían, se quedan sin alma”. Esta es la carta que María José Cea, de Las Rozas de Valdearroyo, dedicó a sus compañeras en lo que fue su primera asistencia a la conmemoración convocada por el Grupo Social UNATE.
Poniéndose las gafas moradas a través del tiempo, Rosa, también de Las Rozas de Valdearroyo, recordó uno de los motivos de la lucha feminista: el reconocimiento al trabajo no remunerado: “Pertenecemos a esas generaciones de valientes, nietas de las abuelas que vivieron en la miseria de la guerra, hijas de los padres de la posguerra, trabajadoras infatigables que sacamos a nuestros hijos y mayores adelante después de largas jornadas, a veces no remuneradas, para volver a casa y seguir trabajando con las labores domésticas, crianza de hijos, nietos y nuestros abuelos, todo ello sin reconocimiento a día de hoy”.
Las intervenciones para reconocer el trabajo de las mujeres que las antecedieron fue resumido así: “hay una enorme diferencia entre el mundo que hemos encontrado y éste”. Ángeles Balbás, presidenta de la Asociación de Mujeres de Requejo, recordó que fue hace 40 años cuando las mujeres comenzaron a salir de casa para tener un trabajo remunerado. En aquél entonces, la mujer salía a trabajar como una opción pues se podía ser ama de casa o trabajar afuera. Hoy, recalcó, no es opcional trabajar fuera, hay que hacerlo porque con el sueldo del marido no se llega a fin de mes. La causa de esta realidad, a su juicio, “no ha sido la política, han sido los poderes económicos que han aprovechado la coyuntura para empobrecernos igual, eso sí nos empobrecen en igualdad”.
El trabajo doméstico femenino como el cuidado de los hijos y de las personas dependientes sigue desvalorizado, por eso, abogó por elevarlo a la categoría más importante de la vida. “Tenemos prioridades muy claras y la familia sigue siendo una de ellas”.
Rememoró que las mujeres mayores de las poblaciones cántabras comenzaron a reunirse hace años con acciones sencillas que a la distancia cobran relevancia: “La importancia de lo que hacemos en los pueblos, los chocolates de los miércoles”, una manera de tejer comunidad en territorios poco poblados, aislados por la geografía y remotos entre sí.
Pasar la estafeta a las mujeres jóvenes con el fin de empoderarlas tiene otro matiz porque al tener ocupaciones más allá del cuidado y las labores domésticas “no se incorporan”. Por eso Balbás parece tener la fórmula que sume a las hijas, a las nietas:
Hay que “darles el espacio empoderarlas para que hagan lo que ellas quieran”.
Las tazas de café y los platos de postre terminaron por vaciarse. Además, de estas cartas y de los manifiestos, las asistentes vieron el vídeo “Utiliza las gafas moradas a través del tiempo”, que es el centro de la campaña del 8M del Grupo Social UNATE 2025, y tuvieron tiempo para escuchar y tararear el rap feminista que mujeres mayores de UNATE y Fundación PEM grabaron en 2024. Y, aunque los argumentos daban para más, la jornada no solo había sido convocada para opinar, pensar y reflexionar. El festejo por el 8M aún no terminaba y ya había deseos de mover el cuerpo. En la planta baja del restaurante, ya había sido habilitada una pista de baile.
Los manifiestos terminaron con la conjugación del verbo amar propuesta por Marimar Alonso:
“Yo me amo
Tú me valoras
Él me respeta
Nosotras estamos unidas
Vosotras no sois rivales
Ellos no deberían utilizar la violencia”.