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Tendemos a olvidar. Caemos en la tentación de no recordar lo vivido como algo ocurrido en nuestras propias vidas, en nuestros cuerpos. Cuando llegó la intensa crisis económica que arrancó en 2008 parecíamos haber olvidado los durísimos años 80 del siglo pasado o el pluriempleo en el que muchas y muchos debimos desempeñarnos para completar el salario en los años 60. Cuando nos quejamos del sistema público de salud o de los autobuses parecemos haber borrado de nuestra mente los ambulatorios precarios o los transportes imposibles de hace tan solo unas décadas.

Para varias generaciones, 2020 será el año del desastre. Para las personas que sumamos ya muchas décadas de vida y de experiencia quizá no ha sido el peor año de nuestra historia, pero sí uno que no esperábamos ni sospechábamos. ¿Ha sido el peor año de nuestra vida? No sabemos si ha sido el peor, pero ha sido (es) muy duro. Hoy, que cumplimos un año desde que un estado de alarma del que no teníamos precedentes nos cambió la vida para intentar preservarla, deberíamos hacer algún tipo de balance parcial.

El peor año

Nos quejamos de los confinamientos, de las mascarillas y de las limitaciones cotidianas pero, sin duda, lo más duro tiene que ver con las residencias de mayores y lo ocurrido en este año. Según los datos oficiales del Gobierno de Cantabria, 1.899 personas mayores que viven en estas residencias se han contagiado del virus y, de ellas, 276 han fallecido (el 51,2% del total de muertes en Cantabria). Si abrimos el foco, del total de fallecidos/as como consecuencia del SARS-CoV2, el 96,8% (522 personas) tenía más de 60 años. Los números ocultan los nombres y las vidas perdidas, el dolor sufrido por las víctimas y por sus familiares, la angustia por la falta de compañía… La sociedad ha debatido sobre la apertura de la hostelería, sobre la movilidad en fechas de vacaciones, sobre el deporte de base y sobre el deporte de élite… en fin, sobre casi todo, excepto sobre la vida. Sí, ha sido el peor año. No solo por la brutal pérdida de vidas entre las personas mayores, sino por el hecho de que nuestra sociedad no se haya plantado a reflexionar sobre el modelo de atención de los cuidados de larga duración, ni sobre por qué casi el 15% de todas las personas contagiadas en las residencia murió. Se ha tratado de mostrar a las personas mayores como vulnerables por el hecho de ser mayores, y se ha evitado hablar de cómo algunas residencias son gestionadas desde una óptica economicista, ni cómo hemos empujado a mucha gente a megaresidencias en lugar de ayudarlas a seguir viviendo en casa, ni cómo el sistema de centros para personas mayores no forma parte de la red primaria de salud, ni cómo hemos fomentado desde casi todos los entornos una mirada edadista que considera a las personas mayores como una carga para el sistema, en lugar de como gente que ha logrado lo que todos querríamos: vivir y vivir lo máximo posible.

No haber hecho estas reflexiones habla mal de nosotros como sociedad y nos obliga a empujar ese debate en todos los contextos: el familiar, el público, el político…

El año en el que nos reinventamos

En UNATE recordamos que unos días antes del decreto del estado de alarma celebrábamos una Cátedra Presente XXI todavía con el eco de la visita de Federico Mayor Zaragoza, que vino a Santander a recoger su reconocimiento como Magíster Senior honoris causa de La Universidad Permanente. Estábamos arrancando un año lleno de proyectos e ilusiones. Parte de nuestro equipo andaba por el sur de Cantabria diseñando de forma participativa un proyecto ambicioso para Campoo-Los Valles, las clases estaban a tope en Santander, con más de 2.000 alumnos y alumnas, y las actividades se multiplicaban por toda la región.

El frenazo fue brutal y total. El vértigo, inmenso. Un ERTE inmediato, un recorte drástico hasta en el mínimo gasto ante lo que se presentaba como una cuesta financiera imposible, la noticia de los tijeretazos a las ayudas públicas ya comprometidas, todo un equipo decidido a colaborar de forma voluntaria en el acompañamiento a las personas mayores que pasaban el confinamiento solas… La incertidumbre fue el eje de nuestras vidas y de nuestros desvelos.

Pero el año horrible que arrancaba también era, potencialmente, el mejor año de nuestras vidas. ¿El mejor año?

Es posible que como sociedad aprendamos poco de todo lo ocurrido pero en lo individual (y en algunos grupos humanos) hemos tenido una oportunidad inmensa de crecimiento. Y es que el frenazo nos obligó a pasar tiempo con nosotros/as mismas, a echar la vista a atrás (que es la única dirección en la que se puede mirar), hacer balance y valorar importante por encima de lo ‘normal’. Quizá lo más importante es la valoración de las relaciones humanas, de la familia o de las amistades, de esa red en la que nos apoyamos y a la que apoyamos. Más que nunca hemos constatado el valor del afecto, del cuidado mutuo, de la solidaridad intergeneracional, de la fuerza de lo humano. Eso es lo que estaba detrás de las videollamadas, de los aplausos a las 8 de la tarde o de los gestos de valentía humana que nos regalaron miles de personas anónimas que nos ayudaron a aguantar y a seguir. Creemos que también hemos entendido la importancia del ‘equilibrio’. Es decir, que no hay que poner a la economía por encima de la salud, ni al progreso sobre la naturaleza. Muchas personas han reevaluado el uso de su tiempo, de sus recursos de sus vidas para lograr que sean vidas que merezcan la pena ser vividas por la calidad y el equilibrio en lo relacional.

Foto: Joaquín Gómez Sastre

En UNATE también hemos reflexionado y aprendido mucho. La lección más importante fue la de la valentía con prudencia, la de seguir sólo si tiene sentido para las personas con las que /para las que trabajamos. Ni una sola persona del equipo se arrugó ante el reto de reiniciar actividades en un contexto hostil, con una merma financiera que rondaba el 48%, con un futuro incierto… Aprendimos a habitar la incertidumbre sin echarle en cara la falta de respuestas para muchas de nuestras preguntas. Fruto de varias reuniones en las que todo el equipo reflexionó sobre el futuro, decidimos seguir y mejorar, adaptarnos y apostar por una combinación entre lo que sabíamos hacer y lo que no teníamos tan controlado pero sabíamos importante. Por eso, reforzamos nuestra alianza con la Fundación Patronato Europeo de Mayores (PEM) y nos decidimos a incrementar nuestro trabajo de intervención social en áreas como la soledad no deseada, el apoyo emocional o la inclusión digital. Por eso, arrancamos proyectos ilusionantes de recuperación del patrimonio inmaterial de las personas mayores y reinventamos nuestra acción cultural. Un muy mal año (por duro, por incierto, por complejo) se convirtió en un gran año que nos ayudó a mejorar, a crecer y a acercarnos a muchas más personas mayores en muchos más municipios.

¿De dónde se sacaron las fuerzas? De ustedes. Recordamos cuando comenzamos tímidamente en julio los Paseos Saludables en Santander o un emocionante taller de psicomotricidad en Cabezón de la Sal… Sus ojos, por encima de las mascarillas, nos transmitían la fuerza para seguir y nos armaban de razones para cierta terquedad que es la que nos ha ayudado a resistir. También conocimos a alcaldes y alcaldesas valientes con los que nos aliamos para trabajar más que nunca por/con las personas mayores de sus territorios, respetamos a aquellos que no pudieron hacer tanto como quizá querían, aprendimos de otras entidades que estuvieron en primera línea del apoyo a las personas que peor lo estaban pasando, entendimos más que nunca los dolores de cabeza de las organizaciones hermanas que tenemos por toda Iberoamérica…

Como ven, el balance que hacemos es bueno. Y no porque seamos optimistas ingenuos, sino porque hemos constatado que las alumnas y alumnos de UNATE saben vivir con prudencia, saben enfrentarse a los retos de la vida, y pueden enseñar mucho a las generaciones criadas en un mundo más amable y que, por lo tanto, tienen más dificultades a la hora de responder a retos difíciles como el de la pandemia.

Hoy, nuestro compromiso con la diversidad de personas mayores que habita Cantabria es tan fuerte como siempre, pero lo queremos renovar una vez más. Cuentan con todos nosotros y contamos con ustedes. Hoy, un año después, queremos agradecer a cada una de las personas del equipo operativo de la entidad por su compromiso, su buen humor en los peores momentos y la creatividad que han demostrado en el día a día; queremos poner en valor el trabajo de colaboradores-docentes que han demostrado su buen hacer y su responsabilidad en todo tipo de actividades por muchos rincones de la región; deseamos destacar la responsabilidad y alegría de alumnas y alumnos que han hecho posible que nuestros espacios sean lugares de encuentro y aprendizaje seguros.

Seguimos… el futuro nunca está escrito, pero nuestro pasado reciente demuestra que tenemos madera para gestionar esa incertidumbre. Mucha fuerza y energía para los días venideros, os animamos a ayudar y a acompañar a las personas más jóvenes, a niños y niñas, a todos aquellos que necesitan referentes en esto de sortear situaciones difíciles.