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Por Mónica Ramos Toro

Según datos de la ONU, uno de cada tres investigadores en el mundo son mujeres. En muchos países se ha alcanzado la paridad en las ciencias de la vida y la salud, así como en las ciencias sociales. Sin embargo, las mujeres siguen siendo minoría en la informática, la tecnología de la información digital, la física, las matemáticas y la ingeniería; por ejemplo, en el campo de la inteligencia artificial, sólo una de cada cinco profesionales (22%) son mujeres. Estos son los campos que están impulsando la revolución digital e imaginando mundos futuros, en los que, sin la contribución de las mentes de las mujeres científicas, se seguirán reproduciendo gran parte de las discriminaciones sociales que no atraviesan a los hombres por estar en el lado privilegiado del sistema patriarcal. Si queremos más justicia social, necesitamos a las mujeres en la ciencia, en todas las ciencias. Otro dato alarmante, en este caso de España, es que tres de cada cuatro catedráticos son hombres, fundamentalmente de nuevo en las áreas en las que las mujeres están menos representadas.

Desde UNATE y la Fundación PEM, este 11 de febrero Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia, no sólo reivindicamos la necesidad de impulsar el acceso de las niñas, adolescentes y jóvenes hacia trayectorias científicas, especialmente las físicas y tecnológicas, sino que queremos poner el foco de manera interseccional en mujeres científicas con diversidad funcional, ya que han tenido que superar todavía más barreras. En el Parlamento español se acaba de aprobar por una amplia mayoría sustituir el término “disminuido” que figuraba en el artículo 49 de la Constitución por “persona con discapacidad”. Es curioso que la palabra que se sustituye estaba formulada en masculino, algo que ha pasado desapercibido en los medios de comunicación. Se ha escrito y dicho hasta la saciedad que las palabras conforman la realidad y que por eso este cambio era una deuda histórica. Pero una deuda a todos los niveles, porque las “disminuidas” ni siquiera estaban en la Constitución española. Este androcentrismo que nombra en masculino todo lo que nos concierne como especie humana, ya seamos del género que seamos, no ha escapado al ámbito científico, ya que las ciencias se han construido a imagen y semejanza de este modelo. Por eso, la deuda con las mujeres científicas es enorme, no sólo por ser mujeres, sino también por otros velos que las invisibilizan como su edad, su color de piel, su etnia, o como es el caso que queremos este año poner de relieve, su diversidad funcional.

Aprovechamos este Día Internacional para traer a la memoria colectiva científicas con diversidad funcional que han sido pioneras en campos tecnológicos masculinizados para poner en valor sus trayectorias y que sirvan de referentes para otras mujeres y para la sociedad en su conjunto. Científicas de diferentes generaciones que, a través del tiempo, tejen una red de inclusión y empoderamiento. Este es el caso de las siguientes científicas:

Kimiko Osada Bowman (1927-2019) en Japón, migró a los Estados Unidos en 1951, nacionalizándose estadounidense en 1958. Contrajo la polio siendo joven y quedó paralizada de cuello para abajo, aunque aprendió a caminar nuevamente tras muchos años de fisioterapia. A su llegada a Estados Unidos comenzó estudiando economía doméstica en el Radford College (Virginia), aunque acabó graduándose en matemáticas y química a los cinco años de llegar a Estados Unidos. Poco después consiguió una beca en estadística matemática en el Virgina Tech y, en tan sólo tres años, acabó un máster y un doctorado en estadística por esta reputada institución académica (1963). Durante 45 años colaboró con Leonard Shenton, su director de tesis, con el que publicó avances de gran relevancia estadística, como el método de momentos para la estimación de parámetros poblacionales. Como investigadora senior en el Oak Ridge National Laboratory, continuó su trabajo en estimadores para datos no-normales. Fue autora y coautora de más de 200 artículos científicos y múltiples libros. En 1970 fue elegida miembro de la American Association for the Advancemente of Science, en 1976 de la Amerian Statistical Association, en 1978 del International Statistical Institute y en 1987 del Institute of Mathematical Statistics. Formó parte del Comité Asesor de Igualdad de Oportunidades para la Ciencia y la Ingeniería de la National Science Foundation (NSF) y presidió el Comité de Personas con Discapacidades de esta Fundación. También presidió el Grupo de Trabajo de Seguimiento Estadístico del Empleo de Personas con Discapacidad para el President’s Committee on Employment of People with Disabilities. Después de 50 años como investigadora, se jubiló en 1994. Además, de todos estos méritos académicos, siempre será recordada por cómo logró mejorar las condiciones laborales de las personas con diversidad funcional gracias a sus trabajos en el campo de la estadística.

Lisa I. Lezzoni (nacida en 1954) en Estados Unidos, es profesora en la Facultad de Medicina de Harvard en la que obtuvo su título en 1984 y es directora del Morgan Institute for Health Policy at Massachusetts General Hospital. Antes de finalizar sus estudios de medicina le diagnosticaron esclerosis múltiple, lo que la llevó a elegir la investigación médica en lugar de médica en ejercicio, debido a las dificultades que su discapacidad le suponían para ejercer la medicina en esa época. En la actualidad es un referente internacional por sus investigaciones sobre cómo mejorar la atención médica de personas con diversidad funcional poniendo el foco en las discriminaciones que padecen estas personas tanto en su acceso a la sanidad, como a tratamientos. Ha recibido importantes reconocimientos y premios entre los que destacan el Premio del American College of Medical Quality por sus destacadas contribuciones a este campo.

Wanda Díaz Merced (nacida en 1984) en Puerto Rico, es una astrónoma conocida por utilizar la sonificación, es decir, por convertir conjuntos de datos numéricos en sonidos audibles, lo que permite “escuchar” el sonido que transmiten las estrellas. Se volcó en esta compleja técnica tras perder la visión cuando todavía era estudiante de grado en la Universidad de Puerto Rico. Se doctoró en 2013 en la Universidad de Glasgow y obtuvo varias becas postdoctorales en el Observatory of Astronomy en Ciudad del Cabo (Sudáfrica). Desde 2014 dirige el proyecto AstroSense en el Observatory’s Office of Astronomy for Development en Sudáfrica. Antes trabajó en el National Astronomical Observatory de Japón (NAOJ). En 2016, dio una charla TED en Vancouver (Canadá) titulada “Cómo una astrónoma ciega encontró una manera de escuchar las estrellas”. Es miembro de la International Astronomical Union. En 2017, fue galardonada con una Estrella Luike (un premio que reconoce la labor de humanización en los entornos laborales en el sector de servicios de movilidad y automoción, así como a personalidades especiales como es el caso de esta astrónoma). En 2020 aceptó una colaboración simultánea con el Smithsonian Center for Astrophysics de Harvard y el European Gravitational Observatory proposal REINFORCE, al mismo tiempo que colaboraba con Gerhard Sonnert para la creación de un álbum de música basado en sus representaciones de audio. El álbum compuesto por Volkmar Studtrucker, «X-Ray Hydra» incluye nueve piezas musicales derivadas del Observatorio Chandra X-Ray de la NASA representadas como sonido.

Jordyn Castor (nacida en 1994) en Estados Unidos, con tan sólo cinco de meses de gestación y con poco más de medio kilo, los tratamientos que se llevaron a cabo en la unidad de cuidados intensivos neonatales en Grand Rapids, Michigan, para salvarle la vida le provocaron que las retinas se desprendieran. Esto la dejó completamente ciega. A pesar de ello, Jordyn Castor ha encontrado en la tecnología una forma de salvar barreras. Un programa muy importante en su carrera académica y que ha marcado la diferencia en el éxito de esta científica es el Resource Centre for Persons with Disabilities (RCPD); un programa dirigido a promover una educación inclusiva en la Michigan State University (MSU) y en la que cursó sus estudios de Informática. Tras finalizar estos estudios, con el apoyo de la organización estudiantil Women in Computing, recibió apoyo económico para participar en Grace Hopper Celebration of Women in Computing, la reunión de mujeres tecnólogas más importante del mundo. Evento en el que consiguió una pasantía altamente competitiva en un importante banco de inversión y empresa de gestión de seguridad de Wall Street, que se había fijado en las altas calificaciones que tenía Castor como programadora informática y por su firme determinación para hacer que el software fuera accesible para las personas con discapacidad visual. A sus 22 años, comenzó a trabajar en Apple para desarrollar funcionalidades que ayudasen a las personas con discapacidad visual a usar los productos de la compañía sin trabas; de hecho, consiguió convertir el iPhone en un teléfono más accesible. Además, también es programadora y para eso utiliza el Braille, que le permite comprobar el código que escribe. Uno de los proyectos en los que ha trabajado con más ahínco ha sido la aplicación Swift Playgrounds, un programa para introducir a las niñas y niños en el mundo de la programación, poniendo el foco especialmente en que esta aplicación fuera accesible a las y los menores con discapacidad visual, pues a ella misma le habría gustado contar con una herramienta accesible como ésta que le enseñara a programar cuando era pequeña. Esta labor volcada en la accesibilidad tecnológica también la ha difundido en otras entidades como la National Federation of the Blind en Estados Unidos para alentar a jóvenes con discapacidad visual a considerar carreras en ciencias, tecnología, ingeniería y matemáticas.