Un día de estos de confinamiento: Por si acaso…
Ayer hice a conciencia una lista de la compra como solía escribir para estar el menos tiempo posible en el supermercado. Frescos por un lado, empaquetado a continuación; y por último, limpieza e higiene personal. Perfecto. Me entra todo en una pequeña hoja de libreta y en una cara. No me gusta tachar por un lado y por otro del papel, porque seguro que se rompe justo en el espacio del producto que más necesito y luego no recuerdo. Hoy por la mañana ya estoy dispuesta para abrir la puerta de mi casa: bolsas recicladas, guantes de jardinería (no tengo otros, pero yo sin ellos no salgo a ese mundo hostil con un enemigo vírico que no veo), tarjeta bancaria, nada de dinero en efectivo. Subo al coche y me cierro por dentro, así estaré más segura –pienso. Vaya, incluso en el aparcamiento del supermercado, los vehículos mantienen la distancia de seguridad. Espero que esta cuarentena se mantenga siempre para aparcar. En ocasiones me acuerdo de toda la parentela del conductor o conductora del coche que se cree que soy una sílfide y pretende que entre en el mío sin rozar su lateral (qué pena… tenía que haberme comprado un tanque para este momento y abrir mi puerta sin importar el golpetazo en el lateral ajeno, mientras contengo la respiración en un intento de disminuir de golpe dos tallas).
Estoy dentro, a dos metros del comprador que me precede en la cola. Qué espectáculo visual, ni en carnavales se dan vestimentas tan logradas. Guantes, gafas de sol, pero si estamos en un espacio interior y aquí el sol ni está ni se le espera, mascarilla verde, mascarilla blanca, mascarilla de pintor sobre mascarilla médica, máscara completa casera hecha con algún tutorial de youtube o de esas cadenas virales de whatsapp.
Y me rió de sus pintas de grafiteras y grafiteros empujando carros de compra en lugar de botes de espray. Parece que he olvidado que yo escondo mis manos en unos guantes de jardinero verde hierba que ya veremos si puede seleccionar las mejores nueces a granel que llevo en mi lista.
Tacho, tacho, tacho, tacho, casi he acabado. No sé en qué momento, el carro que tenía delante casi ha desaparecido de mi vista. Vaya, el increíble carro menguante ha sucumbido a los artículos incluidos en mi lista. Esa que cabía en una hoja de libreta y por una sola cara. Anoté concienzudamente los productos, pero no su cantidad. Dos, no, mejor tres kilos de arroz. Tres latas de bonito, me llevo seis y en paz. Yogures, por tener variedad, 16 unidades. Pasta y tomate, mejor pastas de todas las formas y colores y tomate hecho, al natural, triturado. Lástima, no he anotado en la sección de limpieza papel higiénico. Tengo en casa pero el carro aguanta, dos paquetes de diez rollos de los extralargos que duran más… Por si acaso.